¿Pudo evitarse el golpe a Evo Morales?
“No necesitas ser un metereólogo para saber de dónde sopla el viento” (Bob Dylan)
Era 1986. Guillermo Bónfil Batalla, autor del célebre libro México Profundo, mientras servía un vaso de tequila, me preguntó a boca de jarro: ¿Por qué hombres y mujeres de los pueblos indígenas del Perú y Bolivia siguen soportando tanto? Veinte años después, tratando de contestar estas preguntas, Evo Morales, el primer indígena que había logrado ser presidente de su país, trajo al debate una de las cuestiones claves de la política mundial: ¿cuánta diversidad soporta la gobernabilidad en democracia?
Son conocidas las limitaciones de la democracia para articular sociedades plurales. Sartre había denunciado, en La cuestión judía, que no hay tanta diferencia entre el racista y el demócrata. Para el caso boliviano, el racista quiere destruir al indígena como hombre para que subsista en él solo el paria; por el otro lado, el demócrata quiere destruirlo como indígena para conservar en él solo al hombre, al ciudadano: sujeto abstracto y universal, carente de especificidad étnica es decir, carente de diversidad cultural, lingüística e histórica.
Para el caso peruano, en oposición al dogmatismo clasista, Arguedas había advertido que la opresión étnica es un problema esencial tal como lo es la explotación de clase. Pero fue en Bolivia donde Evo Morales, reivindicando su doble pertenencia, étnica y de clase, construye una izquierda que empieza a superar no solo la crisis de representación (representantes sin legitimidad), sino también la crisis de representatividad (sectores sin representación).
En esta guerra, Evo tiene enemigos poderosos. El actual golpe de Estado que lo ha alejado de Bolivia nos remite a la oligarquía local y a los poderes globales. Aún así, en Bolivia se han ido conquistando triunfos memorables: además de cambiarse en parte el patrón de distribución de la pobreza, se ha formulado una de las Constituciones más avanzadas del mundo como base de una sociedad plurinacional. Frente a la dinámica globalizadora de la economía –la mundialización del capitalismo- que a la sobreexplotación añade la discriminación de los pueblos y el racismo, Evo promueve un discurso nacionalista, popular, socialista, que representa lo más esperanzador de los pueblos indígenas de América Latina. Representa, asimismo, (en la medida que la liberación del esclavo libera también al amo de su anti humanismo), lo más avanzado del proceso de gestión de la diversidad social.
En esta perspectiva histórica, del reto de las naciones subyugadas para construir su soberanía, radica la fuerza material de Evo, su poder y su posición en el tablero mundial.